Saturday 21 June 2014

Éste es otro Sábado

Odio los sábados cargados de matices, de tantos colores y donde sólo veo grises.
El azul desmorona lento el negro del cielo y el silbido de los pájaros despierta el sueño de mi conciencia.
Pasé despierta la vida nocturna como un gato, y hoy siento el frío mañanero que me aqueja; el whiskey no me salva y el café me hastía.
Pronto saldrá el sol y me esconderé de él como la luz de las velas.
Pero ya no quiero soñar, sino vivir despierta, tocar la lluvia y correr sobre la hierba húmeda que me espera.
No, hoy no eclipsaré el día, veré al sol nacer y se irá con él mi agonía.

Tuesday 11 March 2014

LA COSA NOSTRA

¿Por qué a veces uno quiere llorar tan intensamente? 

Bastó el trasfondo de la historia de Gravity para morir de miedo y apreciar la vida humana en un enlace de dos minutos. Pasó por mi cabeza todo, incluso la muerte por la ventana, un goce sin fin de una imagen decapitándome yo misma y tirando mi cara, y ahora una carta de amor de Marx hacia su amada, queriéndola, amándola desde una mala imagen de la madonna apagada, bastó todo ello y una llamada para desatar cada vez una lágrima acompañadas de un frenesí de angustia y de un dolor impredecible, dulce, puede que disfrutable al acercarse cada vez más a la muerte. 

    A veces cuando la muerte se te acerca, el mayor dolor y el mayor sufrimiento son amados, dulces y añorados porque sabes que serán los lazos finales de la infelicidad que te aqueja, luego solo la muerte y el dormir final. Las lágrimas salen todo el tiempo fielmente a tu tristeza, el menor motivo es suficiente elogio para corromper tu rostro, y aunque tu corazón y tu razón no comprenden el despertar que dan los motivos, se siguen a él como si fuese el poder de ellos lo que te tiene abatido. Habría entonces que felicitar a Bullock y su tragedia en el espacio, a Marx y su amor de lejos, y a la pregunta directa del que no sabe de ti nada: ¿qué te acontece? ¿qué te pasa?

Una casi nota de suicidio.

Thursday 27 September 2012

Los charcos fantásticos

Hoy me mojé bajo la lluvía. Llevaba un paraguas, mas lo cerré y sentí las gotas frías de lluvia recorrer mi cara, empapar mi cabello. Crucé los charcos sin mucho afán de timarlos, me deslicé sobre el pavimento esperando sentir el frío rigor del agua. Mientras caminaba, cantaba e inevitablemente probaba la acidez de la lluvia, metía mis manos al bolsillo del saco como si conociera la vida, como si supiera sus trucos y desperfectos, como si supiese algo, aunque no es así. Escuchaba música, una canción apasionada que me hacía mover los labios enfurecidos y decididos, como teniendo un plan, como habiendo tomado una decisión, como entendiendo el mundo. Cerraba los ojos, al caminar por la estación, las gotas de lluvia cubrían mis ojos y yo cantaba como se canta con el estómago y la gente parecía abrirme el paso, se habían echo a un lado al pasar yo en medio de ellos, me veían extrañados, como si pensaran que disfrutara la lluvia, como si pensaran que salía de una película de Isabel Coixe: Necesitando la lluvia. Pero yo me sentía en un video musical, podía cantar, podía bailar sobre los charcos y decirle al mundo este dolor profundo, esta desesperación que me come, este no sé qué maldito.

Saturday 14 July 2012

Diez años después que te vi por primera vez, más uno que me permití alejarte de mi vida te encontré. Sabía que no era normal ese día, te presentía, de alguna manera el pasado fue aquel día pantalón, playera, tenis, sudadera, todo tú. Esos regalos, esas compras e idas de tantos días, tantos años volvieron a mi piel ese día, no sé por qué, tan sólo era algo que debía hacer.
Te maldije toda la mañana, a mi alrededor todo mundo se encargó de recordarte. Me preguntaron por el primer día en que hicimos el amor, esa tarde tan inocente, y no sólo eso, sino por todas las noches y todas las formas en que solíamos ejercer la pasión de nuestros cuerpos. ¿Qué les importaba? pues al menos más que a ti, más que a mí. Nunca supieron que mis respuestas abarcaban el último día en que te vi, ese 24 de Abril en Coyoacán, de la mano y de la bragas de otra mujer, en mi mano y en mi cama. Te detesté, sin dolerme, sin pensarte, sin amor, eras ya tan repulsivo como yo había sido tan estúpida. Pero sólo son errores, errores que se remedian y se pagan.
Salí de aquel lugar esperando no encontrarte, como siempre. Esta vez no fui con prisa, como aquellos días en que esperaba encontrarte sin querer verte, esta vez fui como si no esperara nada. Tenía hambre y busqué un lugar con mi acompañante, comimos, bien, batante rico y hablamos de ti, y de uno de tus odiados hombres que pasado el tiempo se había convertido en mi amante. Después caminamos los empedrados líos de calles sureños, bebimos café y al terminarlo, yo debía irme. Apresuré a mi acompañante y emprendimos la ida, la vuelta a casa en medio de la lluvia de Mayo, cruzábamos la calle cuando un instinto, un llamado me hizo voltear en dirección a un carro donde estabas tú mirándome fíjamente. Entonces reparé que nuestros ojos estaban fijos a nosotros como siempre. Eras tú, mi niño, mi amor de siempre, ahí sentado manjeando tu carro, con tu sudadera de terciopelo con la que solía abrazarte, eras tan familiar como si sólo tuvieras que abrirme la puerta para que yo te sonriera, y corriera a abrazarte. Pero no. Pasaste y un nervio conocido azotó mi estómago como relámpago, desapareció al terminar de cruzar la calle, y aunque pensé en ti todo el regreso a casa, fuiste un tema que me preocupaba mucho menos de lo que alcanzó a preocuparme la política electoral mexicana.
 Ya sobre la Avenida Insurgentes, seguía pensando en ti, ya no te quería, ya no te adoraba, mucho menos sentía amor pot ti, tu muerte ya no me perturbaba, pero tampoco te odiaba. -Me eres indiferente- fue mi conclusión. Pero en el pasado te sigo amando con locura y horror. Gracias que ese tiempo ya no existe y lo que siento ya jamás volverá a surgir.
Sin embargo, eso me llevó a algo importante. Luego del fortuito encuentro, hice una llamada, llamé a mi novio, necesitaba oírlo. Él no sabe de mi dolor, de cuánto sufrí por aquel amor. Lo escuché y supe que ya no quería temer, que sólo quería tomar su mano y vivir la aventura con él. Lo que me lleva a pensar que aprendí a vivir en soledad, a querer a alguien antes que a necesitarlo. Curé mi enfermedad. Me curé de ti y no necesité depender de nadie para salvar mi corazón. Ahora sé que si lo quiero es porque quiero quererlo y esto que siento sin ponerle etiqueta nace puro y libre como los inicios infantiles.
Él es nuevo, pero lo quiero, ya lo quiero.



Wednesday 23 May 2012

Miles de Hannahs Ardent y Martins Heiddeger caminan por los pasillos de las universidades encontrándose en un mundo paralelo al de la realidad académica. Profesores y alumnas construyen la coyuntura adecuada para hacerse de historias de silencio, grandes imágenes evocadoras que se pierden grises entre sus propias sombras.


De pronto siento algo que llena mis pulmones y ahoga mi pecho. Está en mi estómago como un vacío que se siente, como la ausencia de algo. Es una angustia que extrangula el corazón y pega tumbos en mi cabeza para que comiencen a salir las lágrimas.

¿Valdría la pena decirte cómo te conocí? ¿Decirte el día, la hora? Alguna vez lo mencioné mientras seguíamos en la cama, y no importó. Ahora no, no lo diré.




No puedo callarlo, estoy enamorada, como nunca, como antes, como siempre. Él está conmigo, está en mí. No puedo porque estoy enamorada y no debo, pero equivocarse tiene un sabor tan dulce que pienso ahora que me gusta e tropezarme.